Álvaro Quiñones Bergeret: Héctor es muy grato que estés nuevamente en nuestra bella ciudad de Concepción compartiendo conocimiento y apoyando nuestro joven programa de diplomado en psicoterapia cognitiva e integración en la Universidad del Desarrollo. Ya llevamos dos años colaborando en el diseño y mejorando el que ya es un programa consolidado en nuestra casa de estudios.
Primero que nada, la Fundación Aigle, es un ejemplo de liderazgo como institución amplia que ha hecho un aporte en docencia, publicaciones, entrenamiento clínico, formación especializada, investigación aplicada, desarrollo de formatos terapéuticos y ayuda asistencial a personas de escasos recursos. En España Manuel Villegas y en Italia Vittorio Guidano ya me habían mencionado el aporte de vuestra organización al desarrollo del conocimiento en psicoterapia. No obstante, me ha sorprendido mucho conocer la Fundación AIGLE en el 2005 y observar en terreno la calidad del trabajo que realizan, la calidad de la investigación aplicada y la motivación del excelente equipo que constituye a AIGLE y que se percibe en vuestras instalaciones y clima organizacional.
Cuéntanos cómo surgió está iniciativa que ya es una experiencia de referencia internacional de la cual hay que aprender mucho.
Héctor. F. A: La Fundación Aiglé se generó a mediados de los setenta como resultado de la conjunción espontánea de un pequeño grupo de profesionales en salud mental. Visto con la perspectiva que brinda una trayectoria de 30 años, el motivo que nos llevó a proponernos ese proyecto era bastante poco definido y estaba profundamente vinculado a las difíciles condiciones del contexto social de nuestro país en ese momento. La afinidad personal de los fundadores que se había forjado al haber compartido distintas actividades laborales (en hospitales y universidades) y un espíritu común para intentar llevar a cabo una propuesta de trabajo clínico diferenciada del modelo que sostenía el “establishment” en nuestro medio, fueron las razones que impulsaron la creación de Aiglé.
La formación y el entrenamiento que habíamos recibido todos no era el mismo pero, en todos los casos había estado tallado por la corriente teórica dominante en ese entonces, el psicoanálisis (predominantemente de línea kleineana) ortodoxo. Pero junto a ello, y a diferencia de lo usual en la Buenos Aires de ese tiempo, también habíamos recibido otras influencias. El pensamiento humanista-existencial, la reflexología, y el psicodrama eran algunas de esas influencias que, aunque no eran comunes entre nosotros, señalaban la simiente de un camino en búsqueda de la integración.
Por ese entonces, la situación política de nuestro país ingresó en un período muy dramático y el proyecto que pusimos en marcha constituyó una suerte de exilio interno a consecuencia de la discriminación y la persecución que sufrimos. Una de las seis personas que integraron el grupo inicial debió, además, buscar el exilio externo y se radicó en España. Actualmente vive en Madrid.
Entrevistador - Una vez más la perspectiva evolutiva nos enseña que el sufrimiento y el afrontamiento activo para resolver problemas genera conocimiento viable, que en muchos casos es muy útil para las generaciones posteriores.
Héctor. F. A: Así es Álvaro. En esas circunstancias, el objetivo primordial era desarrollar una institución que pudiera ofrecer un modelo alternativo al oficial en el campo de la salud mental basado en un espíritu de heterodoxia y apertura a lo que ocurría en el mundo. Nos interesaba desarrollar un programa de trabajo que permitiera la integración de todos los enfoques que ofrecían aportes sustanciales, ya que ninguno por separado parecía ser suficientemente sólido. También nos importaba llevar a cabo ese programa de acuerdo con principios científicos estrictos y esto significó otorgar mucha relevancia desde el inicio a la investigación. De hecho, la primera denominación que pensamos para el proyecto fue Centro de Investigaciones Psicopatológicas.
Entrevistador: ¿Cómo la fundación AIGLE, que tiene un sello cognitivista, ha conseguido tener una influencia cada vez mayor en un ambiente académico y clínico con un predominio tan marcado del psicoanálisis?
Héctor. F. A: El encuentro con el modelo cognitivo (de ciencia, de psicología y de terapia) constituyó un acontecimiento decisivo. Se produjo como consecuencia de los intercambios con personalidades de otros países (en Europa y Estados Unidos) que mantuvimos desde un primer momento y que nos abrieron una ventana que permitió entrar en nuestro medio el aire renovado de esta nueva disciplina. El enfoque cognitivo nos permitió elaborar el modelo integrativo para la asistencia en salud mental que buscábamos, nos dio las bases para un programa de investigación pequeño pero sostenido en el tiempo y nos permitió desarrollar formatos terapéuticos que probaron ser más efectivos que los que se venían aplicando habitualmente en nuestro país. No fue nada fácil encontrar un espacio de reconocimiento académico y profesional que nos permitiera concretar nuestra propuesta. Durante los primeros tiempos, recibimos una oposición frontal, pero dos hechos concluyentes generaron la brecha que permitió afirmar el proyecto institucional. Por un lado, la corriente general de las prácticas en el mundo le fueron dando una relevancia cada vez mayor a la terapia cognitiva y los enfoques tradicionales (como el psicoanálisis clásico) fueron quedando relegados como producto de las pruebas empíricas sobre los resultados de los tratamientos. Por otro lado, en nuestra tarea clínica, también los pacientes se beneficiaban sustancialmente con la nueva oferta terapéutica del modelo cognitivo.
Además, nunca tuvimos una política de confrontación agresiva con otros enfoques. Por el contrario, siempre propugnamos el diálogo y la búsqueda de articulaciones como una manifestación más del espíritu de integración que sosteníamos. Esto permitió, a la larga, obtener buenos frutos en favor de la cooperación académica y profesional. Poco a poco la situación fue cambiando y dejamos de ser marginales para integrar primero la periferia del ambiente institucional y acercarnos luego, poco a poco, a obtener un lugar en el centro de la escena de la salud mental en nuestro medio.
Entrevistador: Es una historia de desarrollo basada en la creatividad y en las convicciones científicas. Lo que relatas que ocurrió en vuestras circunstancias es coherente con lo que está ocurriendo en diferentes partes del mundo científico que tienen distintos niveles de desarrollo en el conocimiento psicológico. Al parecer cuando las circunstancias permiten la competencia de ideas y el que se puedan someter a prueba los enunciados de los modelos clínicos por una parte, y por otra, la efectividad en los tratamientos, son dos factores a lo menos que permiten la expansión gradual de los modelos que son más efectivos en psicoterapia y del nacimiento de nuevos paradigmas con mayor nivel explicativo y predictivo. En ese contexto, Héctor, ¿Cómo vemos la evolución de la psicología y la terapia cognitiva?
Héctor. F. A: La ciencia psicológica ha ingresado al siglo XXI bajo la marca de un nuevo paradigma. La psicología cognitiva forma parte de una vasta confederación de disciplinas, la ciencia cognitiva, surgidas con posterioridad a la revolución tecnológica, cuyo centro es el estudio y la exploración de los mecanismos y sistemas que regulan el procesamiento de información. Hoy en día, la psicología está estructurada en base a este nuevo modelo epistemológico que privilegia el análisis de la actividad mental como un proceso y una mediación del sujeto de conocimiento en su incesante labor de otorgar significado a la experiencia. La terapia cognitiva se inscribe en un campo teórico y de aplicaciones que desarrolla programas de intervención terapéutica para facilitar procesos de cambio frente a las condiciones disfuncionales de esa experiencia. Así como la psicología del siglo XXI asoma teñida por el paradigma cognitivo, la psicoterapia del siglo XXI va siendo atravesada por los principios de esta nueva forma de tratamiento, que bien merece considerarse el primer modelo de segunda generación.
Entrevistador: Héctor, hay tres aspectos que me interesa que nos precises para seguir tu coherencia discursiva con precisión. El primer punto es sobre: ¿qué entiendes por actividad mental entendida como proceso? Segundo, la diferencia entre condiciones disfuncionales y experiencia disfuncional. Y tercero, cuando hablas del primer modelo de segunda generación, ¿específicamente a qué te refieres?
Héctor. F. A: La concepción de la mente como un proceso significa entender que la actividad psíquica no es una función sustancial ni que pueda deducirse de los contenidos o comportamientos en que se expresa. La mente es el conjunto de operaciones que realizan algunos procesadores que tienen la capacidad de procesar la información y elaborar la incertidumbre que circula en cualquier sistema. Los seres humanos son portadores de un programa específico (y privilegiado) de procesamiento que les permite operar con significados. Toda mente es procesal; lo que procesa la mente humana son significados.
Las condiciones disfuncionales que afectan a un ser humano están constituidas por el conjunto de determinantes que contribuyen a la conformación de los factores predisponentes. Son tanto internas como externas al organismo, preexistentes y actuales, individuales y colectivas. La experiencia disfuncional es el modo peculiar en que se organiza en cada ser humano el estilo de procesar las dificultades que encuentra para estructurar un guión personal suficientemente sólido y dotado de sentido.
Creo que la terapia cognitiva, como expresión de la psicología se inscribe en el cauce de esa confederación de disciplinas que se denominan ciencias cognitivas y que constituyen la forma que adopta el programa epistemológico posterior a la revolución tecnológica. La terapia cognitiva se nutre, por lo tanto, en ese nuevo marco científico y queda teñida, desde sus inicios, por la lógica del procesamiento de información, un paradigma que fue posterior al que alimentó los modelos clásicos de la psicoterapia.
Entrevistador: ¿Qué entendemos por normalidad y patología en base a la perspectiva clínica del cognitivismo?
Héctor. F. A: Para el cognitivo la distinción entre lo normal y lo patológica está asociado con el balance de funcionalidad que cada día establece en cada momento de su vida y de acuerdo con las pautas que rigen en el contexto cultural donde tiene lugar cada experiencia individual. La distinción expresa, por lo tanto, un fenómeno dimensional y continuo, acorde con la idea de que en toda experiencia humana, lo primordial es la lucha del ser humano por alcanzar una forma de organización significativamente consistente.
Entrevistador: Antes de ahondar en el problema de lo categorial versus dimensional, me interesaría saber ¿Cómo observas y valoras la relación entre psicopatología y psicoterapia?
Héctor. F. A: La psicoterapia es un campo aplicado de intervenciones que se nutre de múltiples fuentes teóricas y conceptuales. La psicopatología provee uno de los componentes primordiales al aportar el esquema respecto de cómo se constituyen y evolucionan las disfunciones psíquicas. Pero, al mismo tiempo, sus aplicaciones sirven para testear la consistencia del modelo psicopatológico vigente. La relación entre psicopatología y psicoterapia es, pues, sumamente dialéctica. En ese sentido, los importantes avances de la psicoterapia en las últimas dos décadas han conducido al cuestionamiento de algunas de las claves de los modelos psicopatológicos vigentes, reclamando una refundación de dichos modelos. Como consecuencia de ellos, hoy asistimos a una revolución de la psicopatología que irá acompañada, seguramente, por una renovación de los programas de psicoterapia.
Entrevistador: Psicopatología y psicoterapia unidas es uno de los aspectos esenciales de un programa de investigación en psicología clínica que con seguridad nos llevará a hacer de la psicoterapia una dimensión del quehacer más efectiva. En está dirección, un aspecto que me llama profundamente la atención y que deseo escuchar tu parecer, es que el principal sistema diagnóstico, el manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV), por ejemplo no incluye el enojo patológico o trastornos en que el enojo patológico es un elemento necesario o suficiente para comprender la dinámica de organización de significado cognitiva-afectiva en que predomina la ¨Hostilidad¨. Sin embargo, hay esfuerzos de investigadores que han propuesto criterios diagnósticos, me refiero al grupo de Deffenbacher por ejemplo. ¿Qué opinas de que la clasificación del DSM IV no considere la hostilidad como categoría diagnóstica?
Héctor. F. A: Estoy de acuerdo. Me parece que es una laguna, como tantas otras que hay en un sistema que funciona como un corsé muy apretado para abarcar fenómenos extraordinariamente complejos. Una buena prueba de ello son las dificultades con que nos encontramos en la actualidad para el estudio de los fenómenos vinculados con los fenómenos de ira, cólera y agresión. Lo que dices tú tiene relación con los llamados “anger disorders”, que son una excelente muestra de la preocupación que tenemos respecto a fenómenos cuya existencia clínica trasciende la estrechez de ese modelo categorial.
Entrevistador: ¿Desde tu punto de vista seguiremos en el futuro con un sistema de diagnóstico categorial?
Héctor. F. A: Creo que caben pocas dudas de que no, que habremos de superarlo. Es probable que sigamos utilizando categorías porque también tienen su utilidad, pero hoy es un murmullo que circula ampliamente en los ambientes académicos de todo el mundo que ese sistema está haciendo agua por demasiados lados y que necesita una profunda renovación donde un enfoque basado en el análisis de las dimensiones clínicas tenga un lugar preponderante. Uno puede preguntarse por qué continúa utilizándose si ya somos concientes de tantas de sus limitaciones. La respuesta creo que la podemos encontrar en la condición de Galileo. Y en su íntima reflexión “e pur si muove”.
Entrevistador: Es muy interesante lo que dices. Refleja al mismo tiempo un sentir y valorar compartido de los clínicos. ¿Cómo valoras la situación de la investigación en psicología clínica?
Héctor. F. A: La investigación en este terreno se encuentra en plena expansión. Diversos centros académicos en muchos países del mundo están abocados a la producción de estudios empíricos destinados a conocer la eficiencia no solamente de la psicoterapia en general, sino de sus formas específicas. Hoy en día estamos tratando de identificar qué tratamiento son los funcionan mejor para que población clínica en particular y bajo qué condiciones podemos optimizar los resultados de la intervención.
Entrevistador: ¿Qué dirías de la afirmación de Luborsky, Singer y Luborsky (1975) sobre la imposibilidad de establecer un vencedor recurriendo al veredicto del pájaro Dodo en Alicia en el País de las Maravillas: "todos han ganado y todos merecen premio" a la luz de la evidencia actual?
Héctor. F. A: Ese trabajo es, sin ninguna duda, un hito en la historia de la psicoterapia, pero merece ser evaluado con la perspectiva histórica. En 1975, la psicoterapia es encontraba en medio de grandes turbulencias y los cuestionamientos sobre su cientificidad y su efectividad eran moneda corriente. Entre las muchas críticas que se le hacían una muy importante estaba dirigida a la proliferación de modelos, lo que era considerado por muchos, una señal de su falta de estrictez. Ese trabajo tuvo la virtud de contrapesar esas críticas con un hallazgo empírico importante: todas las psicoterapias pueden ser efectivas si cumplen con algunas premisas básicas.
La consecuencia más notable (y tal vez impensada en un primer momento) es que abrió un nuevo frente de discusión: ¿son todas las terapias igualmente efectivas y para todas las situaciones clínicas? Ya en 1990, en el encuentro de SPR en Virginia, el malogrado Klaus Grawe, uno de los más prestigiosos investigadores de nuestra disciplina, hizo una presentación sosteniendo que si todas las psicoterapias son igualmente efectivas (en un sentido) también encontramos que algunas son más efectivas que otras en condiciones específicas. En estos casi 20 años que transcurrieron desde entonces, creo que vamos acumulando datos que nos permiten afirmar que lo sustentado por Luborsky es sólo cierto parcialmente y referido a los aspectos básicos de la terapia. Algunas terapias son mejores que otras para determinadas situaciones clínicas y por ello vale la pena seguir investigando para encontrar programas de tratamiento aún más eficientes en el futuro.
Entrevistador: En tu condición de editor de Psychotherapy Research, tu conocimiento de la investigación en psicoterapia cognitiva a nivel mundial es exhaustivo, ¿en qué situación se encuentra la psicoterapia cognitiva en el mundo hispano parlante?
Héctor. F. A: Debo decir con satisfacción que la situación de la investigación del mundo hispano parlante en psicoterapia cognitiva puede considerarse como de muy buen nivel. Una prueba de ello ha sido, precisamente, la decisión del Comité de esa tan prestigiosa publicación de incorporar un Editor Asociado para esa área lingüística. A lo largo de estos años hemos recibido numerosas propuestas de trabajos para publicar y hemos concretado ya la publicación de varios artículos de autores latinoamericanos. Esto no ha hecho sino confirmar lo que ya conocía y que verifico cada día en los viajes que realizo por los distintos países: la producción de nuestros centros académicos, pese a la escasez de recursos con que contamos, puede considerarse en muchos casos de excelencia.
Entrevistador: ¿Qué opinión te merecen las terapias empíricas validadas para los trastornos de personalidad?
Héctor. F. A: Validar empíricamente un programa de terapia siempre es bueno. De cualquier manera, no es seguro que lo que estemos haciendo es realizar validaciones de nuestros tratamientos. Prefiero, junto a muchos autores, hablar de tratamientos empíricamente sustentados.
Lo que no debe olvidarse es que, en el estado actual de nuestra disciplina, las pruebas empíricas que podemos reunir a favor de un determinado tratamiento deben considerarse como datos orientativos y, de ninguna manera, como reglas rígidas sobre la aplicación de un procedimiento. Esto, en el caso de los trastornos de personalidad, tiene especial relevancia, debido a que se trata de fenómenos de una gran complejidad que requieren, en general, tratamientos multinivel y en los que la efectividad terapéutica suele ir de la mano con poder utilizar múltiples recursos.
Entrevistador: ¿Cuál es el balance sobre el estado actual de los tratamientos para los trastornos de personalidad? ¿Seguimos en una fase de desarrollo incipiente?
Héctor. F. A: Estos trastornos siguen siendo, hasta el momento, algunas de las situaciones clínicas más difíciles de tratar. Todavía, hoy en día, los resultados que obtenemos con ellos (en particular con los que el DSM incluye en los clusters B y C) siguen estando entre los menos efectivos. No obstante, estamos haciendo importantes avances, en particular con los pacientes que padecen trastornos de personalidad límite y narcisista. Incluso, existe una justificada ilusión respecto de nuevas terapéuticas para los pacientes antisociales.
Creo que lo más importante de los últimos años son dos hechos: uno, que vamos encontrando pruebas que testimonian que dichas disfunciones son sensibles al cambio y, por lo tanto, que su rigidez es relativa y su cronicidad no debe considerarse como absoluta. Además, se ha abierto un amplio desarrollo en la investigación y en las aplicaciones en relación con el papel de los procesos metacognitivos que constituye una importante promesa para renovar nuestro instrumental en este campo.
Entrevistador: Por ejemplo el grupo italiano de terapeutas cognitivos dirigido por Antonio Semerari ha realizado importantes contribuciones en la dirección del uso de la metacognición con trastornos de personalidad que tú mencionas.
Héctor F. A. Así es. De hecho, sus aportes en ese campo no sólo están adquiriendo mucha visibilidad en los eventos de la especialidad, sino que acaban de aparecer publicados en una importante obra de la prestigiosa editorial Routledge. Y esto no es poca cosa, tratándose de autores latinos. Me recuerda el impacto de la publicación del libro de Guidano y Liotti en el 83, cuya traducción por la editorial cuatro vientos hemos logrado después de muchos años gracias a tú tesón.
Entrevistador: El proyecto editorial del libro de Guidano & Liotti ¨Procesos Cognitivos y Desórdenes Emocionales¨ que ha estado a mi cargo ha sido una gran satisfacción. El resultado final del libro publicado el 2006 ha sido muy elogiado por la comunidad psicológica nacional e internacional. ¡Estamos todos muy contentos! Héctor pasando a otro tema. Si bien la mayoría de los pacientes en psicoterapia mejoran, una minoría no experimenta cambios, incluso algunos pueden empeorar como nos muestran la investigaciones. Tenemos datos de Orlinky & Howard y Shapiro & Shapiro que nos muestran que entre un 7% y 11, 3 % de los pacientes empeoran. ¿Qué consideras que debe incluir una psicoterapia cognitiva para que no produzca efectos iatrogénicos?
Héctor. F. A: Los efectos iatrogénicos son, en el caso de la psicoterapia, fundamentalmente atribuibles al operador. Debemos pensar en los terapeutas y en el modo en que llevan a cabo la terapia para prevenir que se produzcan y, además, también para ayudar a que los terapeutas puedan cuidar de sí mismos.
La psicoterapia es una actividad que tiene efectos intensos y que conlleva altos niveles de toxicidad psicológica, debido precisamente a la elevada exposición a situaciones críticas por las que suelen atravesar los pacientes. Por consiguiente, es fundamental que el terapeuta reciba la formación y el entrenamiento específico requerido para tratar una determinada situación clínica. Precisamente uno de los riesgos más habituales que enfrentan los terapeutas es el de sobrevalorar el peso de la experiencia (y el conocimiento adquirido de oficio) estimando que ello admite un alto nivel de transferencia entre diferentes situaciones clínicas.
Otro hecho de gran importancia para garantizar una buena práctica de la terapia es que el terapeuta pueda realizar registros lo más estrictos posible de la marcha de los tratamientos que lleva a cabo que sirva para su propia orientación y para la supervisión del caso. Supervisar de manera regular el proceso terapéutico es el mejor medio para regular la incidencia de la terapia sobre el paciente y, retroactivamente, un recurso potente para el aprendizaje.
Entrevistador: Un tema que cada vez está tomando más relevancia en la práctica en psicoterapia, en las revistas especializadas y en los congresos, es la preocupación por evaluar el efecto en el terapeuta de su quehacer. ¿Cómo podemos evaluar los efectos de la práctica sobre la persona del terapeuta?
Héctor. F. A: La práctica de la psicoterapia implica un grado de toxicidad que requiere un elevado cuidado no sólo del paciente sino también del terapeuta. Cuidar del paciente es el resultado obvio de lo que se exige a cualquier práctica asistencial. Pero no debemos olvidar que también es necesario atender al cuidado del terapeuta que bien puede exponerse a condiciones de burn-out especialmente cuando se trata de profesionales jóvenes que, motivados por su fuerte motivación y dinamismo pueden verse tentados a involucrarse en situaciones clínicas que los sobrepasen. Para ello es muy importante proponer adecuados sistemas de capacitación y también de supervisión clínica que colaboren para realizar una buena orientación de los recursos profesionales en la dirección más adecuada.
Entrevistador: Pareciera que la meditación guiada cada vez está jugando un papel no menor en ciertas intervenciones clínicas, por ejemplo en depresión y trastornos de personalidad. En el congreso internacional de cognitivismo en Gotemburgo en el 2005 hubo una conversación pública entre el Dalai Lama y Aaron Beck que fue muy interesante, desde tu punto de vista ¿qué es lo esencial de esa conversación para el desarrollo del cognitivismo del tercer milenio desde tu punto de vista?
Héctor. F. A: Habiendo estado presente en el evento de Gotemburgo al que hacés referencia, creo que lo esencial de esa conversación fue haber constatado la capacidad de esos dos grandes hombres para poder emprender un diálogo ágil y creativo, cosa no del todo fácil de lograr cuando uno está firmemente instalado en un modelo de pensamiento y, además, cuando se impone improvisar en la comunicación con otro respecto a la realidad humana, frente a un auditorio ávido y circunspecto de casi 2.000 terapeutas. Tanto Aaron Beck como el Dalai Lama dieron sobradas pruebas de que son muy capaces de ello. Se entendieron sin subsumirse, contrapusieron sus enfoques con agudeza lo que permitió observar sus diferencias, aunque era evidente que existían muchos puentes entre esos dos sistemas. Que la meditación y los procesos que hemos reunido en ese concepto tan difícil de traducir al castellano llamado “mindfullness” estén ocupando un lugar tan importante dentro de la psicoterapia actual es el resultado lógico de que estamos abriendo nuestra perspectiva hacia zonas emergentes de la mente, que habían quedado postergadas por siglos de pensamiento positivista.
Si tuviera que sintetizar en una sola idea cuál creo que es el punto neurálgico de confluencia entre cognitivismo y budismo (de lo que confieso saber casi nada) es el hecho de que ambos sistemas ven al ser humano como un agente potencialmente creador, que puede desplegar su capacidad creadora si puede progresar en el camino del autoconocimiento y en entrenar su mente en el desafío de las creencias más profundas.
Entrevistador: Finalmente ¿Cuál es la opinión que merecen los programas de postgrado en el área de psicología clínica de orientación cognitiva?
Héctor. F. A: Los programas de postgrado en clínica cognitiva se encuentran en pleno desarrollo. Cada día emergen nuevas ofertas que van ofreciendo capacitación y entrenamiento especializado, acorde con la necesidad de formar recursos para una práctica en expansión. No debemos soslayar el hecho de que los organismos mundiales de gestión de recursos en salud mental (como la OMS) están prediciendo que la psicoterapia será una de las prestaciones de servicios que más se expandirá en los próximos veinte años y que la terapia cognitiva, en particular, será la que ocupe mayor espacio dentro de dicha expansión.
Entrevistador: Lo que dices sobre psicoterapia cognitiva y sus prestaciones es todo un desafío para la formación clínica profesional en Chile, de hecho estamos presenciando una demanda creciente de formación profesional en psicoterapia cognitiva. Cada vez se nos solicita más terapia cognitiva focalizada en patologías específicas. ¿Qué dimensiones de conocimiento no debe estar fuera de un programa de formación en psicología clínica de orientación cognitiva?
Héctor. F. A: Es todo un desafío el que tenemos por delante. Ustedes en la Universidad del Desarrollo están haciendo un esfuerzo significativo con el diplomado en terapia cognitiva e integración, y esperemos que se siga desarrollando. Ahora bien, un programa de posgrado en clínica cognitiva debe incluir como conocimientos básicos a lo menos lo siguiente:
a) Principios de la ciencia cognitiva, neurociencias y la psicología cognitiva en su conexión con la clínica cognitiva.
b) Psicología social aplicada, particularmente vinculada con la relación individuo/grupo/sociedad y antropología de la salud.
c) Modelos de organización disfuncional en población psicopatológica.
d) Métodos y técnicas de psicoterapia.
e) Métodos de investigación y análisis de resultados
Entrevistador: Tu mirada es la de un académico-investigador y clínico. Las cinco dimensiones que propones son exhaustivas y necesarias para una formación con estándares internacionales y perspectiva de efectividad tan necesario en nuestros sistemas asistenciales. ¿Qué propones en dicho contexto de formación para pasar a la especialización?
Héctor. F. A: Deberá tener orientaciones o especializaciones, de acuerdo con la naturaleza del programa específico (tipo de institución, población, etc. al que va dirigido). Podría ordenarse en función de tres aspectos:
1º tipos de perturbación (trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, de personalidad, etc.);
2º situaciones evolutivas y vitales (niños, adolescentes, adultos, etc.);
3º tipo de dispositivo (individual, vincular, grupal, familiar, comunitario). Creo que lo bueno es articular lo genérico del modelo con las aplicaciones singulares.
Entrevistador: Muy interesante y motivante el haber podido charlar contigo. Bueno Héctor, muchas gracias por haber compartido una vez más conocimiento y amistad.
Álvaro Quiñones Bergeret
Director del programa de magister en psicoterapia cognitiva en adultos y director del Diplomado en Terapia Cognitiva e Integración: Herramientas clínicas en la Universidad del Desarrollo.
Hector Fernandez Alvarez
Doctor en Psicología Facultad de Psicología - Universidad Nacional de San Luis, 1995. - Presidente de la Fundación Aiglé (Miembro Fundador). Director de la Carrera de Especialización en Psicoterapia Familiar, Fundación Aiglé-Universidad Maimónides (conjuntamente con el Ackerman Institute for the Familiy of New York) (20Director del Programa de Investigación sobre "El Estilo Personal del Terapeuta", Fundación Aiglé (desde 1998) : Autor del Cuestionario de Evaluación del Estilo Personal del Terapeuta (EPT-C01 a la actualidad).
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