domingo, 25 de abril de 2010

John Searle y la tesis de la irreductibilidad de la conciencia


El principio general de la reducción parece ser el siguiente: una vez que se ve que una propiedad es emergente, tenemos una relación causal que lleva a una reducción ontológica, por redefinición si es preciso. La tendencia general en  las reducciones ontológica es hacia una generalidad y objetividad mayores y hacia la redefinición en términos de procesos causales subyacentes.

Pero nos encontramos ahora con una asimetría sorprendente. Cuando nos las habemos con la conciencia, no podemos realizar la reducción ontológica.
La conciencia es una propiedad emergente de la actividad de las neuronas, y así la conciencia es causalmente reductible a los procesos cerebrales . Pero –y esto es lo que parece más sorprendente – una ciencia completa del cerebro no llevaría a una reducción ontológica de la conciencia del mismo modo en que la ciencia actual puede reducir el calor, la solidez o el sonido”


En su obra “El  Descubrimiento de la Mente”, luego de un pormenorizado análisis de los diferentes tipos de reducción, John Searle presenta su tesis sobre la irreductibilidad de la conciencia. Su núcleo argumental puede sintetizarse así:
  • En los reduccionismos de las ciencias físicas, la secuencia lógica parece ir en la dirección de eliminar un fenómeno del que, prima facie, tenemos un conocimiento subjetivo-experiencial (i.e., “calor”, “sonido”,”rojo”,etc.), para finalmente desentrañar su causa física subyacente (ie., “energía cinética promedio”,”Tren de ondas”, “longitud de onda, etc.)”
     
  • De tal modo, desde una perspectiva pragmática, al desembarazarse del componente subjetivo apariencial parece no tener costo alguno respecto al eventual beneficio de contar con una teoría que abre la posibilidad fáctica de manipular sobre el fenómeno que se acaba de explicar. Con todo, en consonancia con la crítica de Hempel al reduccionismo de Eddigton, a nadie se le ocurre sostener que entonces ahora el calor, el sonido y el rojo presentes en nuestra vida cotidiana han desaparecido.
  • En cambio, según Searle, al aplicar el reduccionismo a la conciencia para concluir que no es otra cosa que la actividad neuronal, el peso de la conclusión parece centrase en haber desenmascarado una ilusión que nos hacía creer en la existencia de algo cuando en realidad no había nada. Pero, paradójicamente, hemos intercambiado el fenómeno que primariamente interesaba conocer, por una explicación subyacente desde la cual ni siquiera podemos comprenderlo.
  • En palabras del autor: “(en los ejemplos cásicos) Parte de la finalidad de la reducción era aislar las experiencias subjetivas y excluirlas de la definición de los fenómenos reales, definidos en términos de los rasgos que nos interesan. Pero cuando el fenómeno que más nos interesa son las experiencias subjetivas mismas, no hay manera de aislar nada (…) No podemos establecer la distinción entre apariencia y realidad para la conciencia,  porque la conciencia consiste en las apariencias mismas”.


Síntesis Searliana sobre el Problema Mente – Cerebro

  • El problema mente-cuerpo es un falso problema, producto de erroresconceptuales heredados de la concepción dualista.
  • La mente existe efectivamente y se caracteriza por una serie de rasgos básicos tales como: conciencia, intencionalidad, subjetividad y causación mental.
  • Para superar los errores conceptuales del dualismo es necesario ampliar el  alcance de la noción de causalidad, para así incluir géneros de la misma donde  la relación causal no sólo se aplique a situaciones donde existan dos entidades discretas, sino también a aquellas donde cabe invocar relaciones causales entre los distintos niveles (i.e., micro-macro) de una misma entidad.
  • La mente se halla causada por el cerebro y  -además- realizada en el cerebro. De manera más específica: en el micronivel, los proceso neuronales causan los procesos mentales, los que constituyen los rasgos de macronivel del conjunto del sistema cerebro-mente.
  • El fisicalismo ingenuo y el mentalismo ingenuo resultan coherentes entre sí. Además, dado el estado actual de los conocimientos, ambos son verdaderos. 

El naturalismo biológico de Searle ha sido criticado por motivos diversos y heterogéneos:
  1. A pesar de su insistencia en negarlo, el núcleo de su tesis es básicamente dualismo de propiedades.
  2. Independientemente de su filiación, la teoría no termina de hacer inteligible la relación entre el micro-nivel y el macro-nivel. En tal sentido, sea que se hable de interacción o de causación realizadora, subsiste el problema de la incomprensión entre las causas cerebrales y sus efectos y/o realizaciones mentales. Es más, muchos de los ejemplos de la física que proporciona el mismo Searle (i.e., la solidez de los cuerpos) muestran precisamente cómo la invocación del micronivel hace inteligible las propiedades del nivel emergente; pero en el caso del problema mente-cerebro la perplejidad resulta igual (sino mayor) que antes de la explicación. En palabras de T. Nagel:

    “(…) cuando descubrimos la composición química del agua, estamos tratando con algo que obviamente está ahí fuera, en el mundo físico. Cuando averiguamos que está compuesta por átomos, sólo estamos reduciendo una sustancia física a partes fìsicas menores (…) Más para descubrir que saborear un chocolate en realidad sólo es un proceso cerebral, tendríamos que analizar algo mental (en términos de partes físicas), y no hay manera de que un número de sucesos físicos cerebrales sean las partes de que está compuesta una sensación gustativa: un todo físico puede ser analizado en partes físicas, pero un proceso mental no: las partes físicas no pueden agregarse a un todo mental”
  3. Si bien, cabe considerar otro tipo de ejemplos (i.e. la teoría de la gravedad), donde la postulación del fenómeno permite describir el comportamiento macroscópico, aunque sin inteligir la razón última de la relación, nada prohíbe la necesidad de seguir investigando en pos de tal comprensión. Por el contrario, la tesis searliana, al guardar excesivo celo en desterrar la idea de que la emergencia mental resulte algo milagroso que escapa a la ciencia, paradójicamente parece imponer una especie de “techo explicativo epistemológico”, en donde sabemos que el cerebro causa la mente, pero no comprendemos (ni deberíamos preguntarnos) por qué.

¿Por qué la psicología debería asumir la existencia de lo mental sin necesidad de recurrir a ningún tipo de prueba ontológica de existencia?

Simplemente porque la atribución de lo mental constituye una atribución básica sobre el mundo que, en última instancia, no resulta más osada que la atribución de existencia del mundo físico.

Así como desde un punto de vista filosófico la existencia del universo físico constituye una especie de “postulado de fe realista”, pero desde la perspectiva de la ciencia física resulta un punto de partida indubitable, la psicología debería hacer lo mismo respecto a la existencia de lo mental.

El escepticismo sobre el género de lo mental (es decir, negar que existen las mentes) puede resultar una interesante perplejidad filosófica (similar a la negación del universo físico) pero desde el punto de vista científico constituye una absoluta insensatez.

Si ello conduce a (o fue un efecto de) algún género de dualismo, sin duda, resultará un problema; pero convivir con un problema es mejor que asumir una respuesta ininteligible.


Lic. en Psicología en Intelligent Learning
dc
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